La vida te hace recorrer tantos dulces y amargos momentos,
algunos radiantes como un primaveral amanecer,
otros grises y apagados como las tardes del triste otoño.
Más algunos atraviesan, una fuerte tormenta, tumultuosa, negra.
Negra como la profundidad del océano pero cubierta de rencores, envidias y orgullos.
Esta tempestad se puede sobrellevar y no es imposible de superar.
La vida nos pone al otro lado de la balanza una gran fuerza.
La vida nos pone al otro lado de la balanza una gran fuerza.
Esa fuerza siempre está presente, sólo debemos aferrarnos a ella y ver, que allí está.
Y no es más que amor y querer.
Ese amor que la razón no puede comprender,
esos detalles que siempre dan vueltas y no prestamos atención.
Esos recuerdos imborrables.
Esas personas que siempre están, por el hecho de estar, sin interés, motivo, condición o prejuicio.
Pero con comprensión, contención y preocupación.
Son sombras que nos rodean en esas obscuras noches que se cubren de melancolía y se llenan de nostalgia.
Son el remedio al incurable dolor de la decepción, la amargura, la desesperación.
Sus palabras son un gran alivio, una dulce sinfonía que nos invade de paz y armonía.
Que nos llena de alegría y el simple hecho de tenerlos presente a nuestro lado,
es el motor que nos enciende, que nos permite vivir el día a día.
Cada momento, cada segundo, cada instante, cada sentimiento.
Son quienes nos muestran la importancia de las cosas y el valor del ayer, el mañana y más que nada del ahora.
Por Pame