Momentos claves. Instantes en que todo da un gran giro. El mundo, tu universo se voltea. Y de repente… ya nada es lo que fue hace unos momentos.
Tu rostro repentinamente va modificando sus facciones. Tus ojos se agrandan, casi incrédulos y adquieren un tono brilloso. Tu corazón… en la encrucijada si latir a toda prisa o dejar de hacerlo. Y tu humanidad, que no sabe si correr, encogerse, gritar o llorar.
Antes de ese instante, de ese insignificante lapso (que podrían ser horas dentro de tu mundo), todo iba normal. Normal es una palabra relativa. Podría ser que todo fuera sencillamente ‘simple’, hasta aburrido. Una suerte de monotonía abismal, pero de esas que uno se acostumbra hasta el punto donde la comodidad es tal, que no la cambiarían. O por el contrario; normal podría ser un estado constante de alteración, donde acontecimiento tras acontecimiento te cargan de una adrenalina y energía, de manera que podría convertirse en una adicción. Después llega el punto que salís en busca de esos acontecimientos, porque te es inadmisible un momento de calma. El vacío que te produce esa tranquilidad te altera, no soportás ‘que no esté pasando nada’. Pero es normal. Todo esto no quita que sea tu situación constante. Y estás bien con ello. Te gusta que las cosas vayan de esa manera (porque si no fuera así, sabés bien que tenés el poder de cambiarlas).
De pronto sucede. Sí que no lo esperabas. Y por su situación de ‘inesperado’ (preferimos dar una connotación negativa a esta palabra, ya que las cosas que suelen producir este tipo de emociones… son malas, pero no generalizo), produce un torbellino de sensaciones, conflictivas, que chocan dentro tuyo y sus chispas te queman desde adentro.
(Para un Duende con conflictos)
Por Andy