Tina Gardella reflexiona críticamente sobre el papel de las radios y su contribución a la sociedad.
* Desde Tucumán
* Desde Tucumán
Difícilmente se encuentre frase más emblemática y repetida que “estar al servicio de la comunidad” cuando se pide a los diferentes actores radiofónicos que destaquen la importancia y esencia de su trabajo. Emisoras comunitarias, públicas o comerciales coinciden en el carácter de “servicio público” de lo radiofónico. La simpleza de esta coincidencia podría ser una oportunidad para comenzar a pensar en que más allá de las lógicas de propiedad que marcan e instituyen a cada radio, hay un abanico de desafíos para unas y para otras que, enhorabuena, han problematizado el campo radiofónico a partir de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Por ejemplo, asumir el papel de sujetos capaces de comprenderse como parte de la realidad histórico-social y política en toda su dimensión de complejidad y conflictividad debiera ser un imperativo de todos los que construyen el espacio radiofónico.
De igual modo, reconocer que en la vida cotidiana es la interacción social el proceso donde se “producen” y “negocian” los significados socialmente compartidos y las identidades colectivas, de modo que pensamientos, acciones, sueños, deseos y la experiencia humana en su totalidad pasan por estos intercambios comunicativos, donde la radio juega un papel principal, tendría que ser una problemática discutida y reflexionada por todos.
Es tiempo, además, de desmitificar lo que a veces se cree tanto en ámbitos universitarios como en las direcciones de los medios, que la comunicación radiofónica es cuestión de “efectividad”, “transmisión”, “transparencia” o “pureza dialógica”.
Saber cómo las radios están ayudando a los hombres y mujeres de este tiempo a vivir y circular por el mundo, cómo están contribuyendo con la educación y el desarrollo de sus comunidades, cuál es su responsabilidad social ante los problemas que enfrenta la sociedad no tendrían que ser estudios o reflexiones “privativos” de ningún sector.
Promover, facilitar y animar el fortalecimiento de la capacidad expresiva, comunicativa y lúdica de la comunidad, de sus lazos, intercambios y las redes sociales cotidianas, que son la base para el fortalecimiento de la esfera pública y el tejido social en su conjunto no debiera ser un objetivo de las radios comunitarias o públicas únicamente.
La designación de Néstor Busso al frente del flamante Consejo Audiovisual tiene la justeza de una lucha, pero además el gesto político que interpela hacia afuera y hacia adentro: ninguna lógica mercantil radiofónica puede estar por encima del interés colectivo y toda expresión radiofónica comunitaria y pública debe ser expresión y parte de un cambio social. En su participación en el Congreso de la Red Com realizado en octubre en Tucumán, Busso ya había adelantado que “el Consejo Federal de Comunicación Audiovisual es un lugar clave para gestionar políticas de comunicación”.
Precisamente plantearse objetivos donde la radio no sea sólo una herramienta para solucionar problemas, sino parte de un proceso donde se ponen en juego cuestiones de articulación y participación de actores, problemas económicos de sustentabilidad y situaciones relacionadas con la autovaloración de los vecinos, supone pensar a la radios comunitarias como parte de un proyecto local y de país con políticas públicas de clara visión estratégica.
Las prácticas organizativas de muchas pequeñas radios responden a una cultura política marcada por lógicas de reclamo. La dependencia del poder municipal o comunal es una realidad manifiesta, los vecinos no participan directamente en la toma de decisiones y prima el asistencialismo. En ese entramado, la radio comunitaria se construye desde cierta “asepsia” política que le permite sobrevivir y cumplir con el objetivo básico y general de “servir a la comunidad”.
Decir que estas radios no son comunitarias ni mucho menos populares, más allá de estar institucionalizadas como tales, poco aportaría a una problemática que excede a los rótulos y que responde a un fenómeno complejo y cambiante como es la trama social y cultural de una comunidad.
Por otra parte, desde nuestro espacio académico, también debemos reconocer que la conformación del campo educativo de la comunicación se realiza a partir de legitimar sólo ciertas prácticas profesionales, la mayoría de las cuales siguen siendo funcionales al desarrollo capitalista de los modernos medios masivos de comunicación.
Más allá del 33 por ciento del espectro otorgado a las organizaciones sociales, el reciente Consejo Federal de Comunicación Audiovisual seguramente hará propicio el espacio para debatir no sólo estos temas, sino también sobre la politicidad e historicidad de la comunicación popular en América latina de la que todos los actores radiofónicos, sin excepción, debieran finalmente hacerse cargo.
* Licenciada en Comunicación. Docente e investigadora.
Fuente: Página12/la ventana