Veo cruzar las líneas de movimientos contables. A mi lado sobre la mesa, un insípido vaso de agua. Veo despertar a cada segundo las horas de la madrugada. Un leve movimiento y el agua hace una leve resonancia. Eso lo percibo de reojo, nada más porque mi cuerpo está perplejo. No es nada más mi yo dormido en la madrugada insomne.
Movimiento de mis dedos como si estuviera a la espera. Luz tenue de una larga lámpara de pie que cae sobre mi cabeza. Miro el libro que está en mi regazo pero no lo leo. Solo silencio en una habitación en penumbras.
En un rincón del techo se dibuja la silueta de una arácnida de patas alargadas. Su sombra se distorsiona cuando avanza en su inmortal trabajo de construcción, trampa mortal para los despistados insectos que deambulan por ahí. De repente es una aterradora imagen frente a mí, como salida de una película de ciencia ficción, como si fuera una especie mutante. Y estoy a punto de caer en su trampa.
Yo inmóvil. Todo es vivido mentalmente, mi cuerpo sigue inerte. Veo mi vaso de agua incolora, también su imagen empieza a jugar.
La luz comienza su proceso de mimetización con el sillón donde mi cuerpo posa dormido. Lágrimas de cristal se rompen escachadas contra el piso, producto de mis carcajadas encerradas en la habitación de paredes manchadas de humedad sofocada.
El sillón, la lámpara, el vaso, el agua, la araña, mis manos, el libro, mi cuerpo dormido, mi mente desesperada, insomne y despabilada, una imagen, una distorsión.