
Lentamente las semanas van pasando. Sin embargo, una es peor aun que la anterior. No es fácil ser estudiante. No es fácil ser estudiante en esta época del año.
Entre montañas de apuntes y cuatro paredes que condensan todas las frustraciones, cansancio y desolación de otro final de año, ahí estamos, nuestra cárcel, la única alternativa.
Como en un reality show, un pequeño recipiente que nos contiene durante todas las horas del día, hasta que en algún momento… llega el siguiente. Y todo comienza nuevamente, como un gran círculo vicioso. Se cruzan nuestras miradas, comentarios esporádicos que justifiquen el hecho de ser varios en el mismo sitio, de repente… nos irritamos, la impotencia y desesperación comienzan a emerger de nuestros cuerpos. Nos odiamos. Después nos burlamos. Entre llantos y risas tomamos nuevamente las fotocopias y bueno… seguimos. Es lo que debemos hacer.
Con el correr del tiempo empezamos a notar que las cosas no están saliendo bien. Por un lado nuestra “casa de Gran Hermano” comienza a traicionarnos. Por qué nos hace esto? El agua corre por todos lados, explotan los focos, la computadora cual niña malcriada nos fastidia. Se vuelve una guerra, ella por un lado, nosotros por el otro.
Luego, como si ya no fuera suficiente, nuestros propios cuerpos se empeñan en estafarnos. Somos un equipo! ¿Cómo es posible?, nos sentimos mal, decaemos… después… la crisis. Locura. Caos. Se nos agotó el cerebro? Se nos ha consumido? Qué nos queda?
El único consuelo… que sin embargo está lejos de serlo: el exámen. Después de eso… paz.
Entre montañas de apuntes y cuatro paredes que condensan todas las frustraciones, cansancio y desolación de otro final de año, ahí estamos, nuestra cárcel, la única alternativa.
Como en un reality show, un pequeño recipiente que nos contiene durante todas las horas del día, hasta que en algún momento… llega el siguiente. Y todo comienza nuevamente, como un gran círculo vicioso. Se cruzan nuestras miradas, comentarios esporádicos que justifiquen el hecho de ser varios en el mismo sitio, de repente… nos irritamos, la impotencia y desesperación comienzan a emerger de nuestros cuerpos. Nos odiamos. Después nos burlamos. Entre llantos y risas tomamos nuevamente las fotocopias y bueno… seguimos. Es lo que debemos hacer.
Con el correr del tiempo empezamos a notar que las cosas no están saliendo bien. Por un lado nuestra “casa de Gran Hermano” comienza a traicionarnos. Por qué nos hace esto? El agua corre por todos lados, explotan los focos, la computadora cual niña malcriada nos fastidia. Se vuelve una guerra, ella por un lado, nosotros por el otro.
Luego, como si ya no fuera suficiente, nuestros propios cuerpos se empeñan en estafarnos. Somos un equipo! ¿Cómo es posible?, nos sentimos mal, decaemos… después… la crisis. Locura. Caos. Se nos agotó el cerebro? Se nos ha consumido? Qué nos queda?
El único consuelo… que sin embargo está lejos de serlo: el exámen. Después de eso… paz.
Por Andy
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